En aquella habitación, sin ninguna clase de espejos, resultaba sencillo olvidar quien era y creer que una chica bonita pudiese hablar con él de forma sincera, sonreírle y hasta reírse. Había visto reflejarse en los amistoso ojos de la mujer la imagen del hombre que anhelaba ser. Pero, por el momento, aquella esperanza se había desvanecido. En todo el hospital y en todo el mundo, habrá muchachas hermosas como la que había huido de él aquella mañana, como todas huirían de él, por mucho que se esforzasen en evitarlo, y al escapar de esta forma lo obligaban a regresar a su propio infierno.
Con una desesperada intensidad que le quitaba el aliento , anhelaba la belleza para alimentar aquellos sentidos que habían permanecido tan carentes de ella desde el mismo momento de su nacimiento . “¿Quién soy yo en realidad?” pensó. Unos oídos que no han escuchado música, unos ojos que no han visto la belleza, unas manos que no han tocado nada suave, un corazón que no ha conocido el amor, excepción hecha de una vez hacía ya tanto tiempo que solo parecía un sueño. Y, en el mundo, le rodeaba la belleza por todas partes pero solo para huir ante su presencia.
Christine Sparks, El hombre elefante
12 mayo 2006
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1 comentario:
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